miércoles, 6 de julio de 2016

"FRACTURA", SU LUGAR EN LA CIENCIA-FICCIÓN. Por Dioni Arroyo, escritor y antropólogo.

“FRACTURA”: SU LUGAR EN LA CIENCIA-FICCIÓN.
Dioni Arroyo.




Recientemente he publicado “FRACTURA” en la editorial Apache Libros. Mi intención con ella ha sido despertar el debate sobre un tema tan controvertido como silenciado en los medios de nuestro país: el fracking y sus consecuencias.








    No se trata tanto de una crítica a la agresiva extracción del gas de enquisto, como de una llamada de atención sobre sus implicaciones en el medio ambiente y la salud humana, así como un recordatorio de que, todos los pozos, por muy elaborados y sofisticados que sean, sufren filtraciones, algo que dejan claro cuantos expertos he consultado a lo largo del año pasado.




    Con “Fractura” he intentado plasmar las reflexiones de un niño desde los ocho años hasta el fin de la adolescencia, en una época futura -dentro de un lustro-, en un mundo especulativo en el que la principal fuente de energía será la fractura o estimulación hidráulica, más conocida como fracking. Estoy convencido de que es mi novela más personal, en la que me he visto obligado a recordar cómo pensaba en aquellos años, investigando con niños para comprender su punto de vista sobre la vida y el futuro. Ha sido una labor apasionante, entrevistando de manera desenfadada a niños de diez o doce años para sumergirme en su visión de la vida, sorprendiéndome de sus declaraciones y su intuición, mucho más sensitiva que la de los adultos.

     Por otro lado he querido recrear un mundo distópico, ya sabéis, el peor de los escenarios futuros posibles, y de demostrar de cómo son elementos del entorno, los que se encargan de acelerar la caída de la especie humana, debido a nuestro uso abusivo e irresponsable de la naturaleza. En este sentido he querido rendir un homenaje por todo lo alto al escritor británico Wyndham, y su impresionante obra “EL DÍA DE LOS TRÍFIDOS” (1951). La considero una de las mejores novelas postapocalípticas, toda una alegoría que explica la caída de nuestra especie en manos de una especie híbrida, los trífidos, entre vegetal y animal. Debido al resplandor de un meteorito, se produce un hecho insólito que anunciará el inicio de la catástrofe. Es toda una metáfora que refleja nuestra difícil relación con el medio ambiente, el abuso al que sometemos a nuestro entorno y las terribles consecuencias que puede conllevar. Tal vez, llegue un día en que la madre Tierra nos vea como una amenaza… y nos elimine.





       También me gustaría recordar “LA GUERRA DE LAS SALAMANDRAS”, del checo Karen Capek, quien antes de la II Guerra Mundial publicó esta distopía que en sí misma, es una sátira, en la que se descubre una rara especie de salamandras inteligentes, a través de las que se ironiza sobre la falta de escrúpulos de los humanos, la explotación laboral y la consideración de que el planeta es nuestro, somos sus legítimos y únicos propietarios, soberanos absolutos que podemos “crecer y multiplicarnos, dominar y someter la Tierra” a nuestro capricho y antojo. A partir de ese momento, las salamandras, un presunto de Gaia, reclamarán su espacio, el lugar que les corresponde y exigirán justicia.
    Nuestra actitud depredadora y abusiva también fue contestada por otro escritor europeo, en este caso francés: Pierre Boulle publica en 1963 “EL PLANETA DE LOS SIMIOS”, otra distopía que removerá las incipientes conciencias medioambientalistas por la trama que se desarrolla. Un planeta en el que la especie dominante son monos, que se dedican a explotar a los humanos como vulgar ganado. En otras palabras, nos tratan como nosotros tratamos al resto de seres vivos. El libro generó un enorme revuelo y supuso un antes y un después en la ciencia-ficción. No solo se trataba de especular sobre ideas insólitas, sino también servía para abrir el debate y levantar ampollas, criticar nuestros actos y las consecuencias futuras.





     La ciencia-ficción no solo sirve para responder a la pregunta “¿qué pasaría si…?” También puede responder a la cuestión “¿qué creéis que estáis haciendo?”

     La conciencia conservacionista también se ha hecho fuerte en el cine, y ya en los Estados Unidos, en 1972, se estrena “NAVES MISTERIOSAS”, de Douglas Trumbull. Nuevamente el escenario nos habla de un futuro en el que la vida vegetal se ha extinguido de nuestro mundo, y lo que queda, se halla en tres naves espaciales orbitando sobre Saturno. El amor por la naturaleza llevará a nuestro protagonista a acabar con la tripulación, una huida a la desesperada por preservar los últimos vestigios de flora terrestre.

      Con el paso de los años, hemos asistido con esperanza al nacimiento de una conciencia ecologista, o como se dice en antropología, al auge de las últimas revoluciones que están contribuyendo a transformar nuestra mentalidad y sensibilidad:

    -La declaración de los Derechos Humanos que surge de la Revolución Francesa, y que permitió el nacimiento de un nuevo humanismo.
    -A mediados del siglo XIX, le tocará su turno al movimiento obrero, que nos hablará de la justicia social y la alienación en el trabajo.
    -A esta lucha se sumará el feminismo y el deseo de la igualdad de derechos para la mujer en los años sesenta del siglo pasado.
    -Poco después cobrará fuerza la visibilidad del colectivo LGTB, abriendo paso a la diversidad y pluralidad sexual, una verdadera revolución de las identidades, de conquistar nuevos espacios de libertad sin precedentes.
     -En un proceso histórico de cambios imparables, de ampliación de derechos y de sensibilidades, hay que añadir el movimiento ecologista y pacifista y los derechos de los animales en la actualidad.


     Estas revoluciones del mundo contemporáneo han permitido que empaticemos con el contrario –descubrimiento de la “otredad”-, que desarrollemos nuestra sensibilidad y sensitividad, y, como escritor de novelas de ciencia-ficción, es un honor poder decir que nuestro género también ha contribuido con su humilde granito de arena.





     Dentro de los múltiples subgéneros que están revolucionando la ciencia-ficción, se encuentran todos los “punks”. Os confieso que no soy amigo de las etiquetas, pero si en algo ayudan, es en orientar al lector sobre lo que se va a encontrar. Por ello se habla, y se escribe mucho, del Steampunk o retrofuturismo, del Cyberpunk o transhumanismo, del Dieselpunk, Biopunk… y en estos días, ha surgido con fuerza el Greenpunk.




      No sé si es muy lícito hablar de la existencia de un subgénero literario greenpunk. Generalmente las denominaciones nacen después de la publicación de numerosas novelas a lo largo de los años, que permiten abrir el debate y exigir un nombre que las identifique. Sobre el greenpunk hay un manifiesto muy interesante, pero aún no hay un verdadero movimiento literario que lo certifique, quizás por su fuerza innovadora y de que estamos hablando de algo que aún está en un estado embrionario.

     En un principio, algunos importantes escritores y ensayistas del steampunk, coinciden en que se trata de sustituir las tecnologías de un mundo en analógico dominado por ingenios de vapor, y donde nunca se inventó la máquina diferencial ni se desarrolló lo digital, por otros elementos de la naturaleza, de una perfecta simbiosis entre vegetal y humano. Equilibrio entre la naturaleza y humanidad. Pero también reconocen que el prefijo “punk” lo desvirtúa todo, y genera confusión.
    En este sentido, hay que resaltar la importante contribución de Matt Staggs, publicista y escritor, quien en 2009, intentó profundizar en la incipiente sensibilidad ecologista y enriquecerlo con la ficción especulativa propia de la ciencia-ficción. Se trataría de desarrollar un mundo ecosostenible, denunciar el abuso y destrucción del medio ambiente y encontrar alternativas viables y respetuosas. Estaríamos ante una visión más optimista que ya existía en el Steampunk y que respondía a la premisa “hazlo tú mismo”. En este caso supondría evidenciar la fe en la ciencia y la tecnología, basada en elementos de la naturaleza sostenibles para procurar un retorno a nuestros orígenes. En este sentido es fundamental la contribución de grandes obras, como “PÁRAMOS LEJANOS” de Josué Ramos, o en la antología greenpunk “CHIKARA”, en la que encontramos relatos de Giny Valrís, Daniel G. Castro, Covadonga González-Pola, o el propio Josué Ramos, además de algunos relatos en  Ácronos IV.




   Como vemos, muy lentamente se va abriendo paso un nuevo subgénero literario, aunque para alguien que desee alejarse de las etiquetas, pero que en este caso sí anhele impregnar su obra de conciencia ecológica, también podría hablarse de greenpunk. Al fin y al cabo el pensamiento ortodoxo y las purezas narrativas, suelen anunciar una incipiente decadencia. Por ello, una obra distópica que reflexione sobre la destrucción de nuestro entorno con claras intenciones ecologistas, también contribuye a ampliar la idea “punk”, de crítica, rechazo, de estar en contra de una práctica de la sociedad.

    Y estas han sido algunas de mis intenciones y aspiraciones con “FRACTURA”. Describir un mundo en el que la estimulación hidráulica o fracking es la principal fuente de energía, lo que degrada la naturaleza y el entorno, al extraer de forma agresiva y violenta un gas mortífero que lleva millones de años capturado bajo tierra, y que no sabemos sus consecuencias ni para la capa freática y los acuíferos, ni para los vegetales y animales, ni para la salud humana. Tal vez por ello, el Estado de Nueva York haya prohibido el fracking al demostrar la relación directa sobre multitud de tipos de cánceres humanos, así como el deterioro medioambiental. En “FRACTURA”, nuestro joven protagonista recordará la película “QUÉ VERDE ERA MI VALLE”, comparándolo con el mundo bajo el que subsistirá.
    El gas lo contaminará todo, y el planeta se dará por perdido. Ha pesar de que es ficción especulativa, he deseado -no alertar, pero sí recordar- desastres como Bhopal, Chernóbil o Fukushima, en los que se decía que apenas había probabilidades de que sucediera lo que ocurrió. A veces, no es una cuestión de posibilidades estadísticas, de muestreo de datos, si no de sentido común. Jugamos con fuego y al final nos quemamos y dejamos una mortífera herencia a nuestros hijos.

    Os animo a leer “FRACTURA” deseando que os guste, y que con esta novela, la primera que trata el fracking en nuestro país, suponga un apoyo solidario a quienes están luchando todos los días contra las multinacionales, en las comarcas del norte de nuestro país. También desearía que se hablase del tema y de su regulación,  permitiendo que los científicos puedan extraer sus propias conclusiones, sin presiones de ningún tipo. Que por una vez, el medio ambiente y la salud humana, sean más importantes que los elevados dividendos de una multinacional extranjera. Por ello hay que luchar, y por ello reclamaré insistentmente el prefijo “punk”.

http://tienda.apachelibros.com/pluma-futura/29-fractura-9788494523687.html


   

martes, 31 de mayo de 2016

IMPRESIONANTE NAVACON.


 Ya han pasado dos días y aún sigo con la resaca de la primera edición del NavaCon, la Convención de Rol y Fantasía de Navacerrada, celebrada en esta localidad del norte de Madrid, durante los días 27, 28 y 29 de mayo '16.


  Las primeras ediciones de cualquier festival siempre son las más complicadas, hay que hacer frente a multitud de imprevistos, un millón de detalles con los que no se contaba, y os lo digo por experiencia propia: después de participar en la realización de la CyLcon, os aseguro que sé de lo que hablo...y sin embargo, el NavaCon se ha caracterizado por una gran capacidad de organización y coordinación, dando la sensación de que llevasen mucho tiempo planificando festivales de esta magnitud. Y es que ha sido asombrosa la fuerte implicación del Exmo Ayto de Navacerrada, el compromiso de la editorial Apache Libros y el buen hacer de Fusion Freak. Personas como el editor José del Río, lo han dado todo para que miles de personas disfrutasen de tres días especiales, repletos de actividades al más alto nivel.


  ¿Y qué hemos visto en el NavaCon? Lo mejor ha sido su interactividad, un festival que invitada a participar, a ser parte integrante del mismo. Hemos podido admirar exposiciones de la calidad de ilustradores como Juapi Garabatos, juegos de rol, torneos, talleres de dibujo, cuenta cuentos organizados por las hermanas Azpiri, presentaciones de libros como "Ad Infernum" de Daniel Espinosa, "Ángeles de Titanio" de Leonardo Ropero, o el contundente "Cabrones", de David Skinner, entre otros.


  Estamos hablando de la mejor muestra de animación sociocultural que haya visto en muchos años, especializada para niños, adolescentes, jóvenes y adultos, en la que no ha faltado desde un Duelo de Té organizado por la Asociación Steampunk de Madrid -un grupo encantador, os lo aseguro-, hasta juegos libres Warhammer, sin olvidar la mañana del domingo en la que, a pesar de la lluvia, disfrutamos del rotundo éxito del Cosplay -con procesión incluida, sí, y no es una broma-; actividades múltiples y diversas que han conseguido seducir a miles de personas y mostrar el nacimiento de un nuevo modelo de gestión cultural en la que se suman los esfuerzos de ayuntamientos, editoriales y asociaciones que consiguen la participación de un público masivo de mitómanos que, con su forma de intervenir y enriquecer estos festivales, contribuyen a ampliar la oferta cultural.


   Hay que dar las gracias de todo corazón a quienes lo han hecho realidad, y esperar pacientemente que el próximo año llegue una nueva edición del NavaCon. Estaremos expectantes.



miércoles, 16 de marzo de 2016

RENAISSANCE: EL NUEVO CICLO DE LOS MITOS 

Dioni Arroyo
Escritor y antropólogo

Pulpture ediciones acaba de publicar un ambicioso proyecto seductor y atractivo, tanto como volver a poner de actualidad los mitos de Cthulhu, que creara el celebérrimo escritor gótico de Providence, H.P.Lovecraft.


      Se trata de un libro cargado de magia, nada menos que veinticinco relatos que recuperan y reinventan sus mitos. Para mí ha sido una sorpresa y todo un honor haber sido seleccionado, entre tantos otros escritores como Álvaro Aparicio, Jaume Vicent Bernat, Ana Nieto, Beatriz Troitiño, Josué Ramos, J.R.Plana, y muchos otros, por lo que se puede afirmar que se trata de una antología de una calidad excelente. El libro se divide en tres partes, entre relatos ambientados en el pasado, en el presente y en el futuro, porque los mitos de Cthulhu dan para mucho, para jugar y disfrutar de sus sobrecogedores argumentos, emularlos o inventar otros diferentes, con su estilo y envolvente ambientación, siempre en torno al horror cósmico, a ese terror primigenio que habita en cada uno de nosotros, y que existió antes de que la especie humana caminara por la faz de la Tierra.
       Mi relato, “El Cráter de la Locura”, se circunscribe en la primera parte, entre los relatos del pasado, y es que me he acercado hasta las primeras décadas del pasado siglo, para desarrollar la historia en torno a uno de los mayores misterios de nuestro mundo contemporáneo: las explosiones acaecidas en Tunguska en 1908. Fue tal el pánico que se generó con aquellas bombas termonucleares y con los consiguientes desgarros gravitacionales, que no se decidió hasta 1921 iniciar una primera expedición militar y científica.


        Encontraron una superficie de más de dos mil kilómetros cuadrados de taiga destruida, y naturalmente aquellas expediciones fracasaron en sus intentos por explicar de forma coherente lo sucedido, envueltas en el más absoluto misterio y con desapariciones inexplicables. Hasta aquí todo es real, tal como lo describo, inclusive la aparición de un lago llamado Checo y del que nunca antes se había tenido noticia, cuyo lecho tiene una sospechosa forma cónica como si se tratara de un cráter, y que todas las fuentes apuntan como consecuencia de la explosión. A partir de ese momento, llega nuestro Yuri, joven militar desolado por un amor no correspondido, el de Érika, para vigilar el denominado Área de Excepción. Y surge la trama, de la que, por supuesto, no relataré absolutamente nada. Solo os adelanto que me aproximé a Azathot, uno de los dioses creados por Lovecraft, cuya llegada siempre viene acompañada por extraños sones de flauta, sonidos musicales que despiertan nuestros miedos más ancestrales, momentos de estupor irracional en el que nuestros sentidos nos engañan y nos castigan escuchando notas musicales que danzan en el aire, como el sonido de una flauta. El terror cosmogónico más antropológico, y que conocía Lovecraft a la perfección.


        Os invito a devorar y disfrutar de esta obra que por fin se encuentra a la venta, para el goce de los sentidos de todos los amantes de la literatura gótica, de Lovecraft y de sus maravillosos mitos, que permitieron el nacimiento del terror contemporáneo y actual. Sin él tampoco habrían nacido figuras como Stephen King, Ramsey Campbell, Clive Parker, Anne Rice, y tantos otros que han bebido de sus obras. “Renaissance. El nuevo ciclo de los mitos”, es una gran oportunidad para releer a Lovecraft y comprender que sus mitos poseen una espectral salud, y que han llegado para quedarse con nosotros. ¿Te vas a atrever a leer esta compilación?

http://boutiquedezothique.es/terror/116-renaissance-el-nuevo-ciclo-de-los-mitos.html




jueves, 21 de enero de 2016

LA I.A. Y EL TRANSHUMANISMO. LAS DOS REVOLUCIONES QUE LAS PRÓXIMAS DÉCADAS, ACABARÁN CON EL HOMO SAPIENS.

LA I.A. Y EL TRANSHUMANISMO, LAS DOS REVOLUCIONES QUE LAS PRÓXIMAS DÉCADAS, ACABARÁN CON EL HOMO SAPIENS


Por Dioni Arroyo
Escritor y Antropólogo





Reconozco que el título es inquietante, pero os aseguro que lo que voy a explicar lo será aún más, aunque tenemos una ventaja: todavía estas ideas se hallan en el estricto y apasionante mundo de la ciencia ficción.

      Tanto la Inteligencia Artificial que se desarrolle las próximas décadas, como la implantación de organismos cibernéticos para superar las limitaciones de la naturaleza, sean las dos grandes revoluciones que nos esperan antes de mediados del siglo XXI, y su consecuencia será el advenimiento de una nueva conciencia en esencia no humana, que buscará la trascendencia y la evolución al margen de sus creadores.

        Las alarmas saltaron en la literatura clásica de ciencia ficción con Asimov  en “Yo, Robot”, o en diversas obras de Stanislaw Lem, que insistía en la idea de que los robots, en el momento en que puedan ampliar su capacidad de reflexión a partir del desarrollo consciente, tendrá como consecuencia que la mente humana quedará superada en sus estrictos y rígidos parámetros. Es decir, en el momento en que un ser toma consciencia de su propia inteligencia, lo usa para la evolución, para el aprendizaje y la experiencia (y no solo para sobrevivir), y cualquier barrera supone un agravio, un muro que hay que derribar... a toda costa.

         Llegado este punto, me planteo si no es eso lo que sucedió con nosotros: ¿acaso el mito de la caída no es una alegoría de algo semejante?
         Nuestra especie, animada por su espíritu de superación contra las limitaciones impuestas, provocó la ira del creador, del ingeniero al que dichos cambios pillaron desprevenidos, y motivó que tuviéramos que empezar de nuevo en la Tierra, expulsados del “paraíso”, pariendo con dolor, trabajando para ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente. Lo reflejó de manera exquisita Mary Shelley en “Frankenstein”, el ser creado se subleva contra el creador en su búsqueda de la libertad y la expansión de su propia conciencia. Es un pensamiento que nace de la mano del racionalismo del siglo de las luces, del enciclopedismo, la idea del ateismo, el ser creado vive al margen del creador, lo “destruye mentalmente”.

         El director Gabe Ibáñez nos sorprendió con su “Autómata”, en la que trabaja ahondando la misma idea pero desde una perspectiva diferente: los robots se modifican a sí mismos, emulando la evolución humana…pero no en eones como nosotros, como nos ha marcado hasta ahora el pausado ritmo de la naturaleza, sino en muy pocos años. El objetivo de la automodificación de las características de estas máquinas, no es otra que la emancipación del mayor depredador de la historia, del homo sapiens. Y ha dado en el clavo porque es ahí donde subyace el mayor pánico de nuestra especie en estos momentos: perder el control de las nuevas tecnologías, o mejor dicho, no percatarnos de cuándo hemos perdido ese control, porque damos por hecho que será un suceso inevitable y…que todos lo veremos.



          Este es el “Pánico Terminador”, como lo denomino, estupor a que las máquinas, gracias a su conciencia virtual, su adquisición de la conciencia, nos superen considerándonos un freno para su desarrollo evolutivo, un vil e insignificante estorbo, y decidan eliminarnos, como nosotros eliminamos a centenares de especies todos los años, o como eliminamos a los neandertales. La misma teoría se reproduce en “Battlestar Galactica”, en la que los cylon, creaciones humanas, deciden que ha llegado el momento de nuestra extinción a través de la guerra, y surgirá el debate moral, la búsqueda de trascendencia (en la que ambas “especies” padecemos la misma sensación de orfandad) y un final filosófico que invita a la reflexión.

         Prefiero pensar en la idea romántica de “I.A.”, la emblemática película de Steven Spielberg siguiendo el impactante guión de Ian Watson, o en “EVA”, de Kike Maíllo, en ambos  casos, las máquinas buscan su humanización, adquirir conciencia, sí, pero también sentimientos, empatía, capacidad para el dolor y comprender el dolor ajeno…buscan amor y evitar a toda costa la especiación, para pasar a ser una cadena más de la evolución de la especie humana, tal vez enlazándolo con el transhumanismo, lo que empieza a ser una realidad.





           Y el transhumanismo lo podemos observar como una forma de mejorar la calidad de vida del ser humano, su bienestar; pensemos en personas tetrapléjicas, que gracias a la dilatación de la retina conectada a un ordenador, pueden comunicarse con el resto del mundo, o en los marcapasos que permiten llevar a cabo una vida plena y normalizada a personas con dolencias cardiovasculares, o en el enorme porcentaje de discapacidades físicas, psíquicas o sensoriales, gracias a estos inventos cibernéticos, podrán vivir en igualdad de condiciones y oportunidades que el resto de personas.

         ¿Pero cuáles son sus límites? ¿Qué objetivo pesará más, el afán de superación para mejorar la calidad de vida, o el deseo de incrementar nuestra capacidad para producir en un entorno de eterna e insaciable competitividad económica?
          Nuevamente la pérdida de ese control nos genera pánico, porque también sabemos que perderemos la autoridad para gestionarlo y dirigirlo, que los dilemas éticos son llevados a cabo por humanistas, intelectuales, filósofos, pensadores que los estados escuchan para dictar leyes. Si desaparecen los estados (o se debilitan como ha sucedido deliberadamente a consecuencia del hundimiento de Letham Brothers), o si se deja de “escuchar” a estos pensadores (el gobierno de España, por ejemplo, ha eliminado la asignatura de filosofía en todos los niveles académicos), estaremos sentando las bases, facilitando que esa pérdida de control llegue en cualquier momento.

         Y el advenimiento de entes cibernéticos, eso que la literatura de ciencia ficción llama ciberpunk y desde la antropología denominamos transhumanismo, supondrá la llegada de una nueva especie que poco tendrá que ver con nosotros. Unos seres mejorados, una nueva condición posthumana que superará las enfermedades congénitas, que consagrará la singularidad tecnológica, terminará con el envejecimiento y hasta con la muerte, porque el cerebro, gracias a sus sinapsis eléctricas, puede vivir siglos si es colocado en un recipiente que simule el cuerpo humano con un corazón que no le falle a los noventa años, por lo que el transhumanismo podría traernos la vida eterna, la inmortalidad.

         Por otro lado, nos podría traer pérdida de libertad, o dicho de otra manera, aquellos que no quieran “ser mejorados” por la tecnología, sufrirán tal presión de su entorno, que quedarán excluidos, su naturaleza torpe con la que hayan nacido les supondrá una desventaja en un mundo tan demencialmente competitivo, serán los nuevos marginados. Se trivializará la identidad humana, y los implantes biotecnológicos no tendrán límites… la conclusión de esa manipulación de la vida, será que, al final, las máquinas podríamos ser nosotros. En este punto me gusta recordar la impresionante y más que recomendable trilogía de Los Insomnes, de Nancy Kress. La biotecnología crea seres experimentales, niños, que no necesitan dormir, por lo que su capacidad laboral se incrementa exponencialmente, despertando el interés de muchas empresas.







          Por ello prefiero la opción intermedia, tal y como ha escrito y dirigido Alex Garland en “Ex Machina”, que al final, las máquinas se emancipen del ser humano buscando algo tan legítimo como la libertad para seguir su propio camino.


          Como nos cuenta Hermann Hesse, “quien no encaja en el mundo, está siempre cerca de encontrarse a sí mismo”.